31 de octubre a las 20:00h. El Bardo presenta en la escena del Teatro de Amrrio:
BODAS DE SANGRE
Más info sobre el grupo http://www.teatroelbardo.com/
Aquí una crítica de la obra:
BODAS DE SANGRE
Más info sobre el grupo http://www.teatroelbardo.com/
Aquí una crítica de la obra:
El camino de la sangre el camino de la sangre
POR PEDRO ZABALZA - Sábado, 6 de Octubre de 2012 - Actualizado a las 05:11h
LA compañía de teatro El Bardo ha adoptado como seña de identidad la unión de la poesía con el teatro. Hasta el momento, sus propuestas se habían basado en la escenificación del trabajo de dos poetas, Miguel Hernández (Llegó con tres heridas) y León Felipe (El gran blasfemo). Afrontan ahora con Bodas de sangre, de Federico García Lorca, lo que califican como su "primer trabajo puramente teatral". Es evidente, no obstante, que la compañía mantiene una coherencia con sus principios fundacionales, ya que han escogido un autor en el que la poesía viene ya incorporada de serie. La elección de Lorca resulta, de hecho, un paso prácticamente natural en el recorrido del grupo.
Bodas de sangre es uno de los textos clásicos de ese híbrido de lírica y teatro que se llamó Federico García Lorca; probablemente, uno de los más conocidos junto con Yerma y la omnipresente La casa de Bernarda Alba. Un tragedión de los buenos, género en el que Lorca situaba la esencia del teatro, pese a haber escrito también otra clase de obras. Me ha sorprendido siempre el favor universal con el que cuentan los textos del granadino, pese a nutrirse tan claramente de unas referencias tan locales. Supongo que será porque, frente a ese localismo, los sentimientos (siempre hondos y apasionados) de sus personajes son reconocibles por un público global, manteniendo siempre el sabor andaluz.
Ese contexto local se combina muy bien con las líneas más clásicas de la tragedia, especialmente con esa idea del destino fatal que no puede evitarse. No puede evitarlo la Novia, incapaz de quitarse de su "cuello honrado" el metal de la cadena que le ata a Leonardo. No puede evitarlo este, a quien el sueño le "llena las carnes de mala hierba". Y no puede tampoco el Novio, al que el hado le guía por el mismo camino sangriento por el que llevó a su padre y a su hermano. La culpa no es de ellos. La culpa es de la tierra.
No se oculta a nadie cómo van a terminar los desposorios. Vamos, de hecho está anunciado en el propio título de la pieza. Pero que el final esté cantado no impide que lo recibamos con congoja y que, como espectadores, disfrutemos, si puede emplearse esta palabra, viendo los inútiles esfuerzos de los personajes por sustraerse a la fatalidad. En este sentido, la obra está estupendamente compuesta, al menos hasta que, en la huida de los dos amantes, Lorca carga las tintas en lo simbólico, poniéndose de un estupendo y un trascendente que dificultan cualquier puesta en escena. El Bardo resuelve el largo final de manera bastante apañada, aunque las inevitables entradas y salidas de personajes y elementos simbólicos empantanan un poco la acción, sin que me quede muy claro que se aumente el voltaje emotivo. En casi todo lo demás, el montaje me parece modélico, con unas interpretaciones muy bien trabajadas, en las que la prosa y la poesía conviven con naturalidad. El cuarteto de personajes principales (Novio, Novia, Leonardo y Madre) realizan una labor intachable, aunque me gustaría destacar especialmente la de Carmen Nadal, que, al margen de algún perdonable exceso gestual, da vida a una Madre que transmite toda la fuerza y todo el dolor que pide el texto lorquiano. Sin desmerecer al resto del elenco, también me gustó mucho la serena naturalidad con la que Pablo Asiáin interpreta al personaje del Padre.
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